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REVISTA110

ENSXXI Nº 118
NOVIEMBRE - DICIEMBRE 2024

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR
Periodista


LA PERSPECTIVA

Sostiene Bertrand Russell en el Elogio de la ociosidad que “tanto la desgracia privada como la pública sólo pueden ser dominadas en un proceso en el que la voluntad y la inteligencia interactúen: la función de la voluntad consiste en negarse a eludir el mal o a aceptar una solución irreal, mientras que la función de la inteligencia consiste en comprenderlo, hallar un remedio, si es remediable, y, si no, hacerlo soportable observándolo en sus relaciones, aceptándolo como inevitable y recordando lo que queda fuera de él en otras regiones, en otras edades, y en los abismos del espacio interestelar”. Ese proceso en el que la voluntad y la inteligencia interactúan ha estado ausente en el caso de la DANA de Valencia, nuestra más reciente de desgracia pública que, por consiguiente, estamos siendo incapaces de dominar.

Aceptemos la superioridad que aporta el recurso a la disciplina cuando se trata de afrontar una catástrofe. En la DANA de Valencia esa ventaja operativa ha vuelto a confirmarse erosionando el lema, que tanta fortuna hizo en los primeros días, según el cual sólo el pueblo salva al pueblo. Más allá de halagos populistas, la realidad es que al pueblo le han salvado, o le han hundido, en casi todas las ocasiones, sus líderes. Pero el reconocimiento innegable y emocionado que merecen quienes, sin esperar instrucciones, de manera tan fulminante como el propio desencadenamiento de la DANA, se hicieron presentes sobre el terreno para ofrecer su solidaridad espontánea y generosa al advertir la gravedad de la desgracia, es compatible con la declaración de su insuficiencia para el logro de la salvación necesaria.
Los voluntarios han ofrecido desde primera hora un ejemplo admirable, pero su eficacia se multiplica de manera exponencial cuando esos efectivos espontáneos se organizan, actúan bajo un mando reconocido, obedecen conforme a una estricta disciplina y son previamente adiestrados en las tareas que hayan de emprender. El mero entusiasmo bienintencionado nada garantiza y deriva en caos entorpecedor cuando concurren el amontonamiento y la masificación. Por eso, el empleo de la Unidad Militar de Emergencias y de otras unidades del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea. Y la dificultad de entender por qué se ha apartado al almirante Teodoro Esteban González Calderón, Jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), que es el primer eslabón de la cadena de mando, en favor del teniente general Francisco Marcos, Jefe de la UME.

“Tanto la desgracia privada como la pública sólo pueden ser dominadas en un proceso en el que la voluntad y la inteligencia interactúen”

En todo caso, el acontecimiento meteorológico de la DANA ha permitido pasar revista al estado del periodismo en nuestro país. Como dictamina Furio Colombo en su libro Últimas noticias sobre el periodismo “desde sus orígenes el periodismo se ha visto asediado y amenazado por cuatro adversarios: la escasez de las fuentes, la fuerza del poder, el riesgo de la censura y el estado de ánimo de la opinión pública”. Explica nuestro autor que han surgido fuertes grupos de opinión, cada uno de ellos con un orden de valores propios, que se enfrentan al producto-noticia de la misma manera que cualquier otro grupo de consumidores afronta a su propio suministrador en cualquier otro campo. Pero en este caso la exigencia, muchas veces, no es de algo “mejor” sino “diferente”. Sucede que la información ha llegado a confundirse con la novedad. Cuesta introducir la novedad, pero enseguida hay que variar el género que se ofrece porque la reiteración centrifuga a las audiencias. Los organizadores del showbusiness, los líderes mediáticos, los políticos o los empresarios del textil coinciden en la necesidad de sostener el ritmo, de incrementar la aceleración con la que deben sucederse las noticias, para garantizarse que no decaiga el espectáculo ni disminuya la atención. De ahí que, por ejemplo, los horrores de la guerra de Irak fueran una bendición para que saliera de escena la catástrofe del Prestige y quedara difuminado el chapapote.
En su libro La ilusión del fin editado por Anagrama Jean Baudrillard sostiene que lo real sólo es posible mientras la gravitación es lo suficientemente fuerte como para que las cosas puedan reflejarse, es decir, puedan tener alguna duración y alguna consecuencia. A su entender, cuando merced a la aceleración de todos los hechos, de todos los mensajes, de todos los procesos, de todos los intercambios, se sobrepasa la que denomina velocidad de liberación, todos los átomos de sentido se pierden en el hiperespacio de donde nunca regresarán a efectos útiles. Es ese estado de liberación de las fuerzas gravitatorias, de ingravidez, que adquieren las informaciones, como resultado de la aceleración con la que se suceden ante el observador expuesto a ellas, el que le deja sumido en la anestesia general del sinsentido que tanto favorece la manipulación comunicativa.

“La alternativa, para los profesionales del periodismo, es volver a recuperar el estatus de notario-avalador de los acontecimientos comprobados”

En las informaciones ofrecidas por los medios de nuestro país sobre la DANA han ido aflorando cada vez con mayor intensidad referencias a “lo que la gente pide”, “lo que la gente quiere”. Referencias que el director de la BBC consideraba desorientadoras cuando proclamaba: “sabemos lo que la audiencia quiere y, por eso, no se lo damos”. Por su parte, Furio Colombo propugna resistir esas presiones de audiencias y lectores para evitar el riesgo de que prevalezcan “campañas” en lugar de crónicas. Porque, en su opinión, doblegarse a las exigencias inmediatas de la opinión y a sus ventoleras furiosas no compensa. Todos los lideres políticos están insatisfechos del comportamiento de los medios, pero la queja de cada uno de ellos se centra en no haber tenido suficiente oportunidad de utilizar para sus propios fines los virajes y las incertidumbres del sistema de las noticias.
Entre tanto, muchos editores se convierten en empresarios del espectáculo mediante fórmulas que requieren la práctica del sensacionalismo, la variedad, la extravagancia, la comicidad y el juego como instrumentos de mantenimiento de la atención popular y de búsqueda del favor de un público cada vez más huidizo. Fórmulas que han sido impuestas al periodismo escrito por la televisión y a la televisión por efecto de la contaminación cada vez más estrecha entre espectáculo y noticia. Porque los denominados managers de las noticias parecen haber alcanzado el convencimiento de que “no existe comunicación sin espectáculo”. Por ahí encontramos al periodista que se enfanga antes de comparecer ante las cámaras para ponerse a tono con la escena. Así, el factor espectáculo se ha implantado firmemente en el centro de los lugares sagrados del hacer noticias y la técnica del debate ha cambiado repentinamente. De aquellos formatos como el de La clave de José Luis Balbín no ha quedado ni rastro, ahora todo es espectáculo, hecho de gritos y golpes de efecto, caracterizado por un ritmo frenético no de comunicación sino de diversión.
La tendencia, por conveniencia, por facilidad o en busca de la audiencia es la de asociarse a cualquier “revelación”, a cualquier “denuncia” para asegurarse aparecer entre los protagonistas del clamor, sin verificaciones, sin que se esclarezca la intención que subyace a la ráfaga de informaciones de la cual nada se dice al público. La alternativa, para los profesionales del periodismo, es "volver a recuperar el estatus de notario-avalador de los acontecimientos comprobados, de los que haya sido testigo presencial, comprobados por fuentes identificadas, de razones conocidas, de reconstrucciones independientes”.

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